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LO PROPICIA UN PROYECTO DE LA LEGISLATURA

El "Fileteado Porteño" será parte del
Patrimonio Cultural

22/04/2006 - Un proyecto que se encuentra a consideración de la Legislatura Porteña propone considerar al Fileteado Porteño como parte de nuestro patrimonio cultural. El fileteado, verdadero arte decorativo y popular, nació en Buenos Aires a principios del Siglo XX. Lo trajeron los italianos del sur de la península y nació en las fábricas de carros donde ellos trabajaban. Cintas patrias guarnecidas de rosas,  la “virgencita de Luján”, los “gardeles”, hojas de acanto, flores, medallones, copones o cuernos de la abundancia, son algunas de esas imágenes que, gracias al filete, poblaron durante décadas la ciudad de Buenos Aires y fortalecieron su identidad cultural.

Uno de los primeros fileteadores porteños, Alfredo Brunetti, dijo “Nosotros le dimos la imagen a la ciudad”, y pensados que es difícil contradecirlo.

Etimológicamente, la palabra “filete” proviene del latín “filum”, hilo, y significa “línea fina que sirve de adorno”.

Aficionados a la pintura, algunos comenzaron a decorar los carros y prácticamente crearon la especialidad. Estos comienzos y también el posterior desarrollo, no están documentados y, en consecuencia, la historia del filete está armada con los testimonios de sus protagonistas.

Al respecto, el maestro fileteador Martiniano Arce opinó que “el filete fue apareciendo en nuestras calles en el momento en que empezaron a llegar las primeras corrientes inmigratorias. De Europa llegaron muchos artesanos que eran maestros populares en el uso del pincel. Estos hombres buscaron nuevas formas de expresarse y encontraron precisamente esta.”

Tal como ocurre con el tango, no puede precisarse de manera fehaciente el nombre del primer artista ni la fecha exacta del nacimiento del filete. La mayoría de los testimonios coinciden en que fueron tres inmigrantes italianos los que desarrollaron en forma contemporánea el filete trabajando en las fábricas de carros que existían, a principios del 900, en nuestra ciudad: CECILIO PASCARELLA, VICENTE BRUNETTI y SALVADOR VENTURO, quienes tuvieron como primeros continuadores a sus propios hijos.

En un artículo periodístico titulado “Fileteando, del suburbio al centro”, Elba Pérez introduce un matiz en la génesis del arte. Según testimonios que ella recogió, ante los gravámenes que sufría la inscripción de nombres y direcciones en los chasis, considerados como publicidad, los pioneros fileteadores pergeñaron un artimaña: conservaron en los límites municipales no imponibles el nombre y las señas del dueño, pero los ornamentaron con marcos de fantasía, los filetearon, llamando así la atención de los vecinos.

Los primeros clientes de los fileteadores fueron verduleros y lecheros, gremios compartidos por italianos y vascos.

Los colores que se usaban eran muy vivos y, jugando con el contraste y las transparencias, se le daba a la obra volumen. Se utilizaba el esmalte sintético, resistente al tiempo y a la intemperie.

Si bien los pioneros del filete fueron italianos, en poco tiempo otras colectividades abrazaron la actividad.

Cuando en los años 40 el fileteado llegó a camiones y colectivos, su popularidad aumentó y con ella, su definitiva inserción en la vida cotidiana de los porteños, es decir, en su cultura.

El filete, con el correr del tiempo, comenzó a ser acompañado por textos y esto dio origen a múltiples manifestaciones de la sabiduría y la picardía del porteño.

La actividad sufre un fuerte golpe cuando, en 1975, una ley prohibe filetear los colectivos.

En los últimos años, afortunadamente, el filete logró reinstalarse en Buenos Aires gracias al trabajo de muchos artistas, coleccionistas y defensores del patrimonio cultural.

Al mismo tiempo, su uso se extendió a la arquitectura, ya que aparecieron en bares, restaurantes, interiores de viviendas, muebles y objetos. Así mismo, muchos tapas de discos de tango tienen ilustraciones fileteadas.

“¿Seguirá el filete? Mientras exista un fileteador y unos pocos amigos de los fileteadores, mientras exista gente sensible, a veces en puestos claves, a veces no, el filete seguirá su camino. Porque siempre existirá alguien que desea filetear un carro, un camión, una cama o un ropero. Y si ese alguien existe, existirá quien intente decorarlo. Quizás con mucho talento, quizás con menos”. (“Los maestros fileteadores de Buenos Aires”, investigación de Esther Barugel y Nicolás Rubió)

Carlos Davis

 

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