¿Hasta cuándo?
Por
Eduardo Galeano (artículo aparecido en Página 12 - 31/07/2006)
En Caná, donde Jesús convirtió el agua en vino para celebrar el amor
humano, el odio humano despedaza más de treinta niños en un largo
bombardeo. La guerra sigue, como si nada. Como de costumbre, dicen
que fue un error. ¿Hasta cuándo los horrores se seguirán llamando
errores?
Esta guerra, esta
carnicería de civiles, se desató a partir del secuestro de un
soldado. ¿Hasta cuándo el secuestro de un soldado israelí podrá
justificar el secuestro de la soberanía palestina? ¿Hasta cuándo el
secuestro de dos soldados israelíes podrá justificar el secuestro
del Líbano entero?
La cacería de judíos
fue, durante siglos, el deporte preferido de los europeos. En
Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había atravesado
toda Europa. ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes
pagando crímenes que no cometieron?
Hezbolá no existía
cuando Israel arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta
cuándo nos seguiremos creyendo el cuento del agresor agredido, que
practica el terrorismo porque tiene derecho a defenderse del
terrorismo?
Irak, Afganistán,
Palestina, Líbano. ¿Hasta cuándo se podrá seguir exterminando países
impunemente?
Las torturas de Abu
Ghraib, que han despertado cierto malestar universal, no tienen nada
de nuevo para nosotros, los latinoamericanos. Nuestros militares
aprendieron esas técnicas de interrogatorio en la Escuela de las
Américas, que ahora perdió el nombre pero no las mañas. ¿Hasta
cuándo seguiremos aceptando que la tortura se siga legitimando, como
hizo la Corte Suprema de Israel, en nombre de la legítima defensa de
la patria?
Israel ha desoído
cuarenta y seis recomendaciones de la Asamblea General y de otros
organismos de las Naciones Unidas. ¿Hasta cuándo el gobierno israelí
seguirá ejerciendo el privilegio de ser sordo?
Las Naciones Unidas
recomiendan, pero no deciden. Cuando deciden, la Casa Blanca impide
que decidan, porque tiene derecho de veto. La Casa Blanca ha vetado,
en el Consejo de Seguridad, cuarenta resoluciones que condenaban a
Israel. ¿Hasta cuándo las Naciones Unidas seguirán actuando como si
fueran otro nombre de los Estados Unidos?
Desde que los
palestinos fueron desalojados de sus casas y despojados de sus
tierras, mucha sangre ha corrido. ¿Hasta cuándo seguirá corriendo la
sangre para que la fuerza justifique lo que el derecho niega?
La historia se repite,
día tras día, año tras año, y un israelí muere por cada diez árabes
que mueren. ¿Hasta cuándo seguirá valiendo diez veces más la vida de
cada israelí?
En proporción a la
población, los cincuenta mil civiles, en su mayoría mujeres y niños,
muertos en Irak, equivalen a ochocientos mil estadounidenses. ¿Hasta
cuándo seguiremos aceptando, como si fuera costumbre, la matanza de
iraquíes, en una guerra ciega que ha olvidado sus pretextos? ¿Hasta
cuándo seguirá siendo normal que los vivos y los muertos sean de
primera, segunda, tercera o cuarta categoría?
Irán está
desarrollando la energía nuclear. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo
que eso basta para probar que un país es un peligro para la
humanidad? A la llamada comunidad internacional no la angustia para
nada el hecho de que Israel tenga doscientas cincuenta bombas
atómicas, aunque es un país que vive al borde de un ataque de
nervios. ¿Quién maneja el peligrosímetro universal? ¿Habrá sido Irán
el país que arrojó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki?
En la era de la
globalización, el derecho de presión puede más que el derecho de
expresión. Para justificar la ilegal ocupación de tierras
palestinas, la guerra se llama paz. Los israelíes son patriotas y
los palestinos son terroristas, y los terroristas siembran la alarma
universal. ¿Hasta cuándo los medios de comunicación seguirán siendo
miedos de comunicación?
Esta matanza de ahora,
que no es la primera ni será, me temo, la última, ¿ocurre en
silencio? ¿Está mudo el mundo? ¿Hasta cuándo seguirán sonando en
campana de palo las voces de la indignación?
Estos bombardeos matan
niños: más de un tercio de las víctimas y a veces bastante más, como
en Caná. Quienes se atreven a denunciarlo son acusados de
antisemitismo. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo antisemitas los
críticos de los crímenes del terrorismo de Estado? ¿Hasta cuándo
aceptaremos esa extorsión? ¿Son antisemitas los judíos horrorizados
por lo que se hace en su nombre? ¿Son antisemitas los árabes, tan
semitas como los judíos? ¿Acaso no hay voces árabes que defienden la
patria palestina y repudian el manicomio fundamentalista?
Los terroristas se
parecen entre sí: los terroristas de Estado, respetables hombres de
gobierno, y los terroristas privados, que son locos sueltos o locos
organizados desde los tiempos de la Guerra Fría contra el
totalitarismo comunista. Y todos actúan en nombre de Dios, así se
llame Dios o Alá o Jehová. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando que
todos los terrorismos desprecian la vida humana y que todos se
alimentan mutuamente? ¿No es evidente que en esta guerra entre
Israel y Hezbolá son civiles, libaneses, palestinos, israelíes,
quienes ponen los muertos? ¿No es evidente que las guerras de
Afganistán y de Irak y las invasiones de Gaza y del Líbano son
incubadoras del odio, que fabrican fanáticos en serie?
Somos la única especie
animal especializada en el exterminio mutuo. Destinamos dos mil
quinientos millones de dólares, cada día, a los gastos militares. La
miseria y la guerra son hijas del mismo papá: como algunos dioses
crueles, come a los vivos y a los muertos. ¿Hasta cuándo seguiremos
aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único
mundo posible?
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